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jueves, 2 de diciembre de 2010

UN BOTELLÓN HELADO

Ayer decidí ir al botellón, cosa de la que más tarde me arrepentí, debido principalmente a una temperatura seguramente por debajo de los 0·C.
Me estuve congelando durante ¡4 Horas!, cuatro horazas tiritando de frío, cuatro horazas sin moverme un ápice y con los hombros encogidos en un inútil intento de no morir helada; cambiaba el peso de pierna, flexionaba los rodillas, pero mi sangre parecía estar de huelga y no llegaba a extremidades, por lo que pronto se me gangrenarían los brazos y piernas si no hacía algo para evitarlo; ¿Porqué no me fui a casa?, yo también le sigo dando vueltas, supongo que no quería ser la rara que se iba siempre más temprano, aunque si de mí hubiera dependido ni habría ido.
Soplaba un aire en mi opinión capaz de hacer volar a una persona, cosa que aumentaba la sensación de congelamiento, y junto a que yo no consumo alcohol, mi cuerpo estaba helado, mientras que los demás no parecían notar nada, así que ahí CONTINUAMOS, nadie se movía, ¡¡NADIE!!.
Después hablaron de si irnos a cenar a algún sitio, es evidente que yo apoyé la moción, (con tal de irme a un lugar con una temperatura superior a 3 ·C yo me daba por contenta); sin embargo dijeron que hasta que no se acabara la botella de vodka no nos iríamos; ¡¡SEGUÍA CONGELÁNDOME POR UNA BOTELLA!!, nadie tenía mas ganas de beber, y en consecuencia la botella no se acababa, y como resultado NO nos íbamos, en ese momento me entraron unas ganas horribles de montar una pataleta como una cría chica, sin embargo ¡resistí!, aunque no sabría por cuanto tiempo podría aguantar el frío.
Al final cogí la estúpida botella, y la fui repartiendo entre los presentes hasta que se acabó, POR FIN NOS IRÍAMOS..... O NO.
Ahí ya me choqué con mi tope, físicamente no podía resistir más, casi me iba a poner a llorar, por ello dije
-Creo que yo ya me voy-
Entonces me pidieron que me quedara, y yo, como la sangre aparte de no llegar a mis brazos tampoco me llegaba al cerebro, no me lo pensé mucho y me quedé
Luego íbamos a irnos a cenar cuando la gente empezó a decir que se quería ir ya para casa, y como yo ya no estaba ese día para mucho trote pues no me resistí y también me fui.
Un viaje de 20 minutos andando hasta mi casa, congelada, no desearía a nadie la nochecita que pasé.

Pero aprendí algo, NUNCA SALIR DE BOTELLÓN EN INVIERNO

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