Por algún motivo cada vez que nos da clase me encuentro con los músculos en tensión, y cuando se dispone a preguntarnos alguna pregunta relacionada con el tema, sin saber porqué las pulsaciones de todos los presentes se disparan, empiezan las taquicardias, los sudores fríos, los temblores y escalofríos, y por algún motivo que desconocemos, nos comprimimos en nuestro sitio agachando las cabezas en un inútil intento de ocupar menos espacio, pero dentro de lo que cabe todo eso es soportable, lo malo es cuando te pregunta algo.
Su mirada penetrante te colapsa la mente, toda la información almacenada en el cerebro se borra y no puedes acceder a ella por mucho que lo intentes, el pulso se te acelera, la boca se siente seca e intentas mirar a las paredes, al vecino y al cuaderno con tal de esquivar esa mirada que te lo dice todo, -No has estudiado-, cosa que no es verdad, pero ante la falta de pruebas solo el tartamudeo vacilante rompe el silencio de la clase, ese silencio que te tortura y deseas romper diciendo -NO ME LO SÉ, DEJE DE MIRARME POR FAVOR, SI SABE QUE NO ME LO SÉ ¿POR QUÉ CONTINÚA TORTURÁNDOME?-
Desde luego esa mujer sería una gran espía.
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