A veces me sentaba esperando comprender qué estaba sucediendo a mi alrededor. Todo era confuso y cambiante, sin ningún punto de anclaje al que agarrarme a la espera de que la tormenta que me azotaba incansable se agotase de propinarme la paliza.
Mis golpes escaseaban en certeza, y nada de lo que hacía mostraba indicios de estar funcionando, todo, por completo, era caos, oscuro, frío, húmedo y sobre todo... negro.
Entre las tinieblas y golpes del viento nada se podía hacer salvo dejarse llevar por esas corrientes de miedo que atraviesan el alma de las personas en ocasiones de la vida, como si el beso de la muerte se posara en sus nucas.
Sin embargo, cuando me hallaba vagando en el violento zarandeo, algo agarró mi mano con fuerza. Pude vislumbrar entre el vendaval como alguien de rostro pétreo se mantenía impasible ante las sacudidas, recibiéndolas todas y cada una, aminorando con ello los golpes que a mí se dirigían.
En su otra mano otra figura también pendía, ambas estábamos confusas, con los pies en el aire, sin atrevernos a hacer más que agarrarnos con fuerza a las manos de aquella figura... hasta que vi algo. Los músculos del hombre vibraban del esfuerzo, sus mejillas estaban húmedas y su pelo canoso estaba revuelto por el constante zarandeo. En su alma no cabía siquiera la idea de rendirse o descansar, porque en ese caso... todos nosotros seríamos devorados de nuevo por el caos.
Algo se me revolvió por dentro, me había encerrado en mi propio dolor ignorando el de aquel hombre, que cargaba también con el mío a la espera de que estuviese lista para hacerle frente, sin importarle el hecho de que nunca llegara a estarlo, porque tenía la firme intención de continuar en esa agonía por siempre, porque le daba igual con tal de protegernos.
No podía soportar esa idea, no quería hacerle eso, y de alguna forma, mi cuerpo comenzó a descender, hasta que mis pies tocaron el suelo. El rostro del hombre esbozó una media sonrisa, a la que respondí con otra. Entonces estiré mi mano hacia la figura que aún continuaba pendiendo en el aire y agarré también sus muñecas, y aquí permaneceremos, hasta que la tormenta amaine, hasta que todo pase... .
La idea de este relato es la de concienciar de que todo pasa, y que las cosas, por muy malas que sean son sólo experiencias, de las cuales debemos ser nosotros los que elijamos si sacar algo positivo o negativo. Pero ante todo, NUNCA RENDIRSE
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